Prometí que en esta semana publicaría más historias estambulitas así que antes de que se termine este domingo me pongo a cumplir mi promesa.
Como les dije hace unos días, es difícil sintetizar la experiencia de Estambul. Por un lado, al ser una ciudad tan enorme, uno nunca puede sentir que ha visto suficiente como para emitir opiniones objetivas (aunque el punto mismo de tener este blog es para ser lo más subjetivo posbile y contarles todo desde MI punto de vista así que olviden todo lo que acabo de decir).
Lo que sí es totalmente válido es que la inmensidad de la ciudad, y sobre todo la riqueza histórica que encierra, es tan vasta que uno se percata del nivel de insignificancia que podemos tener como individuos. En Estambul uno se siente miniatura.
Con sus siete colinas y mesquitas que las coronan, uno se convierte en una hormiga más en un gigantezco hormiguero cosmopolita. Es como si la ciudad fuera un cuerpo y tanto los estambulitas residentes como los turistas fueran glóbulos de sángre que corren por sus venas. Algunos visitando sus órganos históricos y vitales mientras otros tratan de sobrevivir entre ese torrente de gente: mercaderes, turistas, pescadores, estudiantes, artistas, gatos, empresarios y cada actividad humana o animal imaginable conviven para mantener viva la confusa identidad que presenta esta ciudad.
A diferencia de otras mega ciudades que haya visitado, como México DF, Manhattan, París o Londres, cuyas identidades son facilmente descifradas, Estambul es una ciudad a la que yo diagnosticaría con un desorden de personalidades múltiples; y en este desorden está precisamente su personalidad única:
Los estambulitas pueden presumir de que su ciudad tiene partes que se parecen a otras ciudades del mundo, pero ninguna ciudad puede decir que se parece a Estambul.
Una de las conclusiones que saqué del viaje (y esto es pura corazonada de viajero observador), es que la antigua Constantinopla está en pleno proceso de renacimiento. A como Barcelona se puso de moda para luego dar paso a Berlín como cunas de diseño y espacios de expresión para todo lo considerado “cool” e innovador, Estanbul se está calentando como magma para convertirse en el nuevo hot spot europeo (con la particularidad de poder decir que será el único hotspot con una parte en Europa y otra en Asia).
La vida diurna y noctura de la arteria principal de Estambul, la larguísima Istikal Cadessi, que cuando digo que parece una autopista de gente no es una exageración (la gente tiene que caminar en una dirección por el lado derecho y en otra por el izquierdo para que haya cierta fluidez entre la multitud), es un tipo de vida de ciudad que cualquier gran urbe desaearía. Estampidas de gente que van y vienen en un ambiente que aún vibra con la promesa de seguridad y buen nivel de vida (o al menos esa fue la sensación que dejo en mí).
Subir y bajar esta gran avenida es aglo que uno podría pasar haciendo todos los días de estadía en Estambul. Según lo que estuve leyendo, por esta avenida llegan a pasar más de tres millones de personas en un día de fin de semana: casi la población completa de mi país en una sola calle.
Es un museo al aire libre que está siempre cambiando con gente nueva según la hora del día y el momento de la semana. Junto con mi compañera de viaje (mi Bond Girl), vimos desde mendigos hasta mujeres musulmanas con burkas que sólo dejaban ver sus ojos, así como gente ultra fashion y adolescentes emos que caminaban con sus respectivas modas en sus grupos de amigos mientras sonaban las sirenas de los llamados a la oración cinco veces al día.
Aquí abajo les pongo un vídeo con algunas imágenes y sonidos de lo que vimos por la ciudad en esos días. Entre las imágenes están la bandera monumental del corazón de la ciudad (Plaza Taksim), una manifestación impresionante que nos tocó bajando Istikal Cadessi y la Mezquita Azul en la parte antigua de la ciudad durante uno de los llamados a la oración.
En el próximo post les contaré las anécdotas principales en cada parte visitada de la ciudad. Desde mis recomendaciones respecto a la exquisita comida que descubrimos en Asia, la experiencia casi religiosa del baño Hammam o la humillación que le hice pasar a un taxista (sin querer), por una confusión de dineros. Sólo puedo decir que parecía un juego de teléfono chocho entre el taxista, el intérprete que intentó ayudarnos y este andarín y su Bond Girl.
Recuerden que la galería completa con fotos de esta maravillosa ciudad la pueden ver haciendo click aquí.
Tags: andarín gallardo berlin Estambul Istanbul Travel travel writing

1 Comment
[...] euphoria and nostalgia that I can only compare to what I’ve felt in places like Rome, London and Istanbul. A lot of shit has gone down there. Good and [...]